jueves, 24 de marzo de 2016

La brújula interior


CARTA 1, extraída del libro "La brújula interior", de Alex Rovira Celma.
Una frase perversa: “Hay que ganarse la vida”
“Me ganaba la vida.... pero no la vivía.”
Una de las frases más frecuentemente citadas por los enfermos terminales, según Elisabeth Kübler-Ross, la principal autoridad mundial sobre el acompañamiento a enfermos terminales.
“El hecho de que una opinión la comparta mucha gente no es prueba concluyente de que no sea completamente absurda.”
Bertrand Russell.
Querido jefe,
Hace un buen rato que intento acabar el informe que me has pedido, pero no puedo concentrarme. Ya sabes que suelo responder con eficacia a tus indicaciones, pero algo en mi interior se niega hoy a seguir redactando fríos y descorazonados memorándums. Por contra, cuando me he puesto escribirte esta carta, mi pulso se ha acelerado y mis dedos han empezado a danzar livianamente sobre el teclado del ordenador.
Seguro que te preguntarás por qué te escribo una carta en lugar de enviarte un e-mail o simplemente llamarte al móvil. No estoy seguro, pero creo que tiene que ver con la distancia y la ausencia de prisas. Dicho de otra manera, la carta me da la posibilidad de escribir pensando, de volver atrás y rectificar, de explicarme sin la incómoda sensación de que tengo que ser breve para no hacer perder el tiempo a mi interlocutor. Sin la premura de otros medios, en definitiva. Y lo que te quiero explicar, como verás, no admite prisas. El caso es que hay una cosa que me tiene preocupado, a ratos estupefacto y a ratos cabreado, y que no me deja conciliar el sueño desde hace semanas. Es algo sencillo y fácil de entender, pero a la vez terriblemente profundo. Quizá te parezca banal a simple vista, pero tengo razones para pensar que es esencial para nuestro futuro como personas y como sociedad.
Te lo diré sin rodeos: la gente no es feliz. Por supuesto, es una generalización, pero más extendida de lo que muchos creen.
Desde hace algún tiempo, cuando pregunto a mis amigos y compañeros algo tan simple como “¿qué tal?”, obtengo respuestas como éstas:
“Pse, tirando” (del carro, evidentemente, con lo que la identificación con un animal de tracción es obvia).
“Ya ves” (que en realidad quiere decir: “Decídelo tú, porque yo ni me veo”).
“Vamos haciendo” (en un gerundio sin fin). Fíjate, “vamos” y no “voy”, porque en esta situación es mejor sentirse acompañado.
“Luchando” (como si la vida fuera una guerra).
“Pasando” (¿por el tubo?).
“No me puedo quejar” o su versión extendida “No nos podemos quejar”, donde el que responde asume, en un alarde de masoquismo, que podría estar peor.
O el ya frecuente “jodido, pero contento”, en el que se manifiesta que el estado natural de uno es estar jodido.
Son muy pocos los que contestan “¡bien!” y casos aisladísimos los que espetan un asertivo, sincero y convencido “¡muy bien!”. Así que está claro que alguna cosa falla. La realidad, la de hoy, la que percibo a mi alrededor, es que millones de personas van cada día a trabajar con tristeza y resignación, sin otra esperanza para salir de su desgraciada circunstancia que acertar en la lotería y llegar por un atajo a la felicidad. Son muchos los que trabajan en oficios que no les realizan, que andan estresadísimos, que sienten profunda y tristemente que cobran menos de lo que valen y que, en definitiva, se sienten mercenarios de una hipoteca. Y dicen...
“No puedo cambiar.”
“Tengo una hipoteca a treinta años.”
“Tengo una familia a la que sacar adelante.”
“Soy un profesional con unos compromisos muy fuertes que debo mantener, ¿qué otra cosa podría hacer?”
Llevo tiempo dándole vueltas y creo que esta infelicidad tiene mucho que ver con una frasecita perversa que todos conocemos bien. Yo la he oído a lo largo de toda mi vida, desde que era un crío. Es una expresión que forma parte de nuestro lenguaje aceptado y compartido. Está en el centro de nuestra vida y, probablemente por eso mismo, nunca reflexionamos sobre sus implicaciones.
Tiene apariencia inofensiva, la muy puñetera, pero no hay que fiarse. Si la escuchas sin prestar mucha atención, dices: “Vale, ¿y qué?”. Pero si te paras a pensarla, a rebuscar entre las palabras, sacas conclusiones escalofriantes.
Voy directo al grano. La frase en cuestión es corta, sólo tiene cinco palabras y es: “Hay que ganarse la vida”.
¿Qué, cómo la ves? ¿Alguna reacción a bote pronto?
¿Te dice algo? ¿Se activa alguna alerta en tu mente?
Lo cierto es que a mí no me decía nada hasta que hace un par de semanas, en una reunión con unos clientes, se la oí decir resignadamente a uno de ellos. Entonces, de pronto, me vino a la cabeza el siguiente pensamiento (prepárate, porque es sorprendente):
DECIR QUE NOS TENEMOS QUE GANAR LA VIDA
IMPLICA PARTIR DE LA PREMISA DE QUE LA VIDA ESTÁ PERDIDA.
Has leído bien, sí, ¡perdida! ¡Y esto es fuerte, muy fuerte! Y, sin embargo, todos o casi todos lo tenemos asumido como normal, como lo que toca, como lo que es, como lo que hay.
Y si asumimos la perversión de esta frase tan socialmente aceptada y muy escasamente pensada, lo mejor que podemos esperar de nuestra existencia, el mejor de los futuros imaginables, es recuperar algo que, en realidad, nos es consustancial. Para no vivir como muertos, nos pasaremos la vida intentando “ganárnosla”. Con resignación y, según el carácter de cada uno, con un poso de mala leche en el fondo.
¡Y todo porque nos han hecho creer que la vida, aquello que está en el origen de la existencia, de la conciencia, de la felicidad, de la creatividad, del amor, de la intimidad, nos la tenemos que ir ganando! ¡Que cuando nacimos el tema estaba perdido! Y desde pequeñitos nos lo tragamos, ¡zas!, sin rechistar, ¡directo al inconsciente! Tenemos que hacer algo al respecto, jefe, y cuanto antes mejor, si queremos una vida feliz y que este sea un mundo mejor. Y, de paso, si queremos conseguir que nuestra empresa prospere, porque seguro que no se te escapa que una cosa va ligada a la otra. ¿Cómo podemos cambiar esta manera de pensar...? Yo no soy psicólogo ni filósofo, pero tengo mis ideas, como cualquiera. Así que te propongo una cosa: demos un nuevo significado y una nueva forma de expresión a esta frase y logremos así que las personas establezcan un nuevo punto de partida, reasignen el valor de la vida en su cerebro y definan una nueva “posición existencial de partida”, más sana y menos sometida y resignada.
¿Qué te parece? Mi propuesta es que abramos los ojos y nos olvidemos de esta frase, ya que...
LA VIDA NO TIENE QUE SER GANADA
PORQUE ESTÁ GANADA DESDE QUE NACEMOS.
Tú eres una persona razonable, por lo que confío en que sabrás entender estas inquietudes que te transmito. Es más, estoy seguro de que estos pensamientos han debido rondar ya por tu cabeza y has llegado a conclusiones que a mí se me escapan (por algo eres el jefe).
Así que espero con ansia tu respuesta a estas líneas.
Con un afectuoso abrazo,
Álex
PD. Ya lo decía el sabio escritor estadounidense Henry David Thoreau.... ¡en el siglo XIX!: “No hay nadie tan equivocado como aquel que pasa la mayor parte de su vida ganándose la vida”.
La brújula interior es un libro original, sorprendente y por encima de todo distinto: un nuevo paradigma para entendernos a nosotros y a los demás. A través de una serie de cartas divertidas, apasionantes y lúcidas, se abre a los ojos del lector una nueva perspectiva para entender la vida, desarrollar la creatividad, comprender mejor lo que significa una existencia autónoma y feliz. Los términos 'misión', 'meta', 'objetivos','posicionamiento' forman el trabajo habitual de un ejecutivo o directivo. Pero estas palabras rara vez son utilizadas para la definición de una misión en la propia vida, de un posicionamiento personal o de unos objetivos que lleven a la propia realización. La brújula interior invita a reflexionar sobre estos temas, y brinda las herramientas para hacerlo, y lo que es más importante, ofrece un método para que recobremos algo que nodeberíamos haber perdido: ser directores de nuestra propia vida.

Tenemos alas para volar


Érase una vez, en un país muy lejano…

En un país muy lejano, un rey recibió como ofrenda dos jóvenes halcones y los envió al cetrero para hacerlos adiestrar. Al cabo de varios meses, el rey se interesó por sus dos preciadas aves. El cetrero le informó de que una de ellas respondía perfectamente al adiestramiento, pero la otra no había vuelto a moverse de la rama en que la que se había posado el primer día. 

El rey reclamó la presencia de todo tipo de curanderos para que viesen al halcón, pero nadie logró hacerlo volar. Decidió entonces confiar la misión a los más destacados miembros de la corte, pero tampoco obtuvieron ningún resultado. 

Desesperado, el rey comunicó al pueblo que ofrecería una jugosa recompensa a quien consiguiese hacer volar al animal. 

Al día siguiente por la mañana, vio al halcón volar ante las ventanas de palacio y pidió a sus cortesanos: “¡Traed ante mí al autor de este milagro!” 

Fue un humilde siervo quien se presentó entonces ante él. 

El rey le preguntó: “¿Eres tú quien ha hecho volar al halcón? ¿Cómo lo has conseguido? ¿Acaso eres mago?” 

Intimidado, el siervo respondió a su rey: “No es magia, Majestad. Sólo he cortado la rama. El halcón se dio cuenta de que tenía alas y empezó a volar”. 


Esta antigua historia nos muestra como a veces nos olvidamos de nuestros propios dones, capacidades y talentos, de los que no tenemos presentes con toda su fuerza en todo momento de nuestra vida para superar los aprendizajes y obstáculos que la vida nos plantea. Conocerse a uno mismo no consiste sólo tener presentes nuestros defectos sino también todas y cada una de nuestras virtudes. Y hacer una lista de estos dones, capacidades y talentos es parte del trabajo de conocerse y necesita de cierto tiempo para elaborarla, porque tendemos a dar más presencia en aquello que erramos que en aquello que tenemos éxito. Rara vez reflexionamos sobre las virtudes que están detrás de nuestros logros y que fueron las que nos permitieron alcanzarlos.


lunes, 21 de marzo de 2016

El terrible doctor rumor


El valor del rumor ha aumentado su cotización en el mercado informativo chismoso y generalmente malintencionado y tendencioso
Me dijeron que les dijo que les dijera lo que ya habíamos dicho, pero que no íbamos a decir para que no dijeran que decimos lo que no debemos decir. Porque nosotros sabemos cosas que nadie sabe aunque todos saben lo que sabemos y no se sabe con certeza, pero de todos modos es bien sabido. Este jeroglífico se ha hecho muy usual en estos tiempos de rumores y secretos a voces y de hablar por hablar poniendo cara de sabelotodo, dejando puntos suspensivos a cada frase rubricada generalmente con un vos sabés de qué hablo, ¿no? Y uno, que es un tonto, para no quedar mal y, sobre todo, para no pasar como ignorante acepta con un claro, claro, que de claro no tiene nada.
El valor del rumor ha aumentado su cotización en el mercado informativo chismoso y generalmente malintencionado y tendencioso.Se hace muy difícil entre tanta información desparramada por redes sociales e infinitos medios de comunicación saber a ciencia cierta las cosas que ocurren en todos los ambientes sociales.Antes el rumor se instalaba y circulaba en oficinas, fábricas, bares, peñas, peluquerías y en los apasionados debates que en los breves períodos democráticos se desarrollaban frente a las pizarras de los diarios de mayor venta. Este vejete recuerda las acaloradas discusiones frente a La Razón, La Nacion o Clarín a fines de la década del 50 sobre laica o libre, las dos opciones para la educación pública. El dólar sólo se veía en las películas norteamericanas, y como predominaba el blanco y negro en los filmes, ni siquiera lucían su color verde esperanza de riqueza.
Los rumores existían y formaban parte importante del imaginario popular, pero tardaban mucho más en llegar a rincones apartados de nuestra geografía. Los noticieros, aun en tiempos democráticos, eran mucho más parcos en su información y no se arriesgaban a dar noticias bomba sin previa y rigurosa confirmación, el condicional no se usaba tan frecuentemente y sólo se afirmaba algo cuando la certeza era total. Claro que se cometían errores y que la mala intención tergiversadora se filtraba de tanto en tanto, pero eran situaciones excepcionales. En tiempos de dictadura las cosas eran siniestramente manipuladas o censuradas, y ahí el rumor en voz muy baja y con terror a que fueran individualizados los portadores de noticias se deslizaba en corrillos que asentían con guiños cómplices o mirando para otro lado con cara incrédula y un ¿te parece? Yo no creo.
Con el retorno de la democracia se abrió la posibilidad de decir lo que se había mantenido callado tanto tiempo y ahí se comenzó a ver la influencia que podían ejercer los rumores, fueran ciertos, inventados o mitad y mitad. Los años 90 irrumpieron con adelantos tecnológicos que convirtieron al mundo en aldea global y el siglo XXI trajo la revolución de Internet, la telefonía celular, Facebook, Twitter y la catarata sofisticada e incontrolable de avasallamiento de la más elemental privacidad.
Políticos, vedettes, artistas, científicos, gobernantes y todo tipo de capa social fueron y son arrastrados a la obscena muestra de toda intimidad. Un Gran Hermano permanente, un lío para todos. ¿Quieren ver cómo me baño, con quién me acuesto, cómo evacuo ideas o necesidades? ¿Les apetece saber las salidas nocturnas de sus estrellas favoritas? No espere como antes a que salga la fotito en Radiolandia cada semana, no, ya, ya, apriete el botón y se lo mostramos, compre ya, llame ya y desparrámelo. ¿Quiere hacer una broma o vengarse de alguien que lo trató mal? Ponga en su Twitter que esa persona acaba de morir y festeje la jodita con sus amigos mientras la familia de su enemigo pasa un mal rato, infartos incluidos. Derroque presidentes, declare guerras, publique lo que usted crea cierto aunque no lo sea y será un anónimo vengador.
Ya no son rumores de peluquería, ahora son delitos tipificados en el código penal, pero muchas veces incomprobables, anónimos y cobardes actos de estupidez. Cabe esperar que la misma tecnología alguna vez nos proteja en lugar de exponernos. Yo, en tanto, de Twitter ni hablar, y mi móvil es el 0-000-0000, por las dudas.

Atraer la buena suerte


¿Casualidad o causalidad? ¿Cuánto podemos influenciar en los hechos felices que nos ocurren? Los expertos han identificado cuatro hábitos que atraen la buena suerte.
Cuando Anna Z. se mudó a Chicago, se afilió a un grupo de hablantes de árabe. “Me encanta probar cosas nuevas”, explica. “Supe del grupo y pensé: ¿Por qué no?” Resulta que el organizador había crecido en Fez, Marruecos, donde Anna había vivido mientras aprendía el idioma. Ahora están casados y tienen un hijo pequeño.
Algunos dirían que el destino llevó a Anna junto a su futuro esposo, pero la apertura de ella a las posibilidades inesperadas de la vida la puso en las circunstancias propicias. La suerte no es una fuerza misteriosa. “En gran medida somos responsables de casi todo lo bueno que nos pasa”, dice Richard Wiseman, profesor de psicología y autor de El factor suerte. Aquí cuatro hábitos que distinguen a las personas venturosas de las que se dicen infortunadas.

Espera cosas buenas:

Cuando una persona se siente bendecida, inclina la balanza de la suerte a su favor. “Sus expectativas son profecías que se cumplen”, dice Wiseman. En un estudio de la Universidad de Nueva York, los estudiantes que creían que saldrían con alguien tenían muchas más probabilidades de ganarse al objeto de su deseo. ¿La explicación?
Confianza en uno mismo. Si creés que te va a ir bien, estarás más motivado. Sentirse afortunado puede ayudarte incluso a ganar un premio en una rifa: cuanto más optimista seas sobre tu suerte, más billetes comprarás. ¿No lo eres? Los amuletos tal vez funcionen porque aumentan la confianza. En un estudio realizado en Alemania en 2010, sujetos supersticiosos jugaron un juego de memoria; los que usaban talismanes obtuvieron mejores puntajes que los que no.

Tienta a la suerte:

La gente afortunada cultiva el trato con muchos amigos y conocidos. En un estudio, Wiseman mostró a los sujetos una lista de apellidos y les preguntó si se tuteaban al menos con una persona que se apellidara así. De quienes se sentían venturosos, casi la mitad marcó ocho apellidos o más, cifra alcanzada solo por el 25 % de los que se creían desventurados. “Los individuos que tienen buena suerte atraen y hablan con mucha gente, y se mantienen en contacto. Estos hábitos crean una ‘red de la suerte’, y la posibilidad de relaciones favorables”, dice Wiseman. Colleen Seifert, científica de la Universidad de Michigan, aconseja salir de la rutina: asistir a una conferencia, organizar una colecta de fondos o tomar clases de buceo. “Admitir un poco de caos en tu vida te dispone a un encuentro casual”, dice. Esa persona puede terminar siendo tu pareja, tu socio de negocios o alguien con quien hables cinco minutos y jamás vuelvas a ver. La idea es abrirse a las posibilidades.

Busca el lado bueno:

Ver el aspecto positivo de la mala suerte ayuda al cerebro a procesar de otro modo la adversidad, explica Tania Luna, coautora de Surprise: Embrace the Unpredictable and Engineer the Unexpected (Sorpresa: acepta lo impredecible y crea lo inesperado). Luna mostró a un grupo de menores, imágenes emotivas (como un niño llorando) mientras medía su actividad cerebral. Luego volvió a mostrárselas con una explicación tranquilizadora, como: “Este niño acaba de reunirse con su mamá”. La actividad de la amígdala, que procesa el temor, se redujo drásticamente. De modo similar, las personas venturosas pueden convertir un obstáculo en algo positivo, lo que las impulsa a seguir aventurándose. Afronta tu próximo revés con estas preguntas: ¿Qué aprendí? ¿Qué quiero ahora? ¿Cómo puedo obtenerlo?

Confía en tu intuición:

Elizabeth B. nunca olvidará su momento de mejor suerte: mientras manejaba de Pensilvania a Nueva York, algo le dijo que comprara un billete de lotería. Al detenerse vio un terrible accidente: “Una camioneta cruzó mi carril y se estrelló contra la barrera de protección. Si no hubiera estacionado, estaría muerta”. Elizabeth no está segura de si se detuvo por casualidad o por intuición, pero la vista y demás sentidos perciben mucho más de lo que advertimos conscientemente, y esto puede crear intuiciones inexplicables.
En un estudio realizado en el Reino Unido, los sujetos jugaban con cuatro barajas mientras se medía su ritmo cardíaco. Ellos no sabían que el juego estaba arreglado: dos barajas constaban de cartas de alto valor; las otras dos, de cartas malas. Cuando se acercaban a las primeras, su ritmo cardíaco bajaba: su cuerpo percibía la diferencia antes que su mente. Así pues, confiá en tu intuición. Las personas afortunadas tienden más a realizar actividades que las ponen en sintonía con su voz interior, como meditar y dar paseos.

domingo, 13 de marzo de 2016

Permítete sentir

La mayoría de nosotros preferiríamos tener una vida en la cual experimentar emociones y sentimientos, que una existencia sin los mismos.

Seguramente esto sea debido en gran medida a que tomamos consciencia de que la experiencia emocional es una moneda de doble cara, de manera que los sentimientos que nos provocan dolor o confusión van de la mano de aquellos que nos permiten experimentar sensaciones agradables. Además, al pensarlo detenidamente, vemos que las experiencias emocionales nos ayudan muy a menudo a dotar de sentido y a dirigir nuestra vida. Sin ellas, seguramente nuestra existencia consistiría en algo así como ver la vida pasar desde la indiferencia y la pasividad.

Basta con echar un vistazo al resto de seres del mundo animal para darnos cuenta de que la capacidad de experimentar emociones no es algo exclusivamente humano, ya que sensaciones como el miedo o el desagrado están también presentes en otras especies. 

Sin embargo, existe una característica de la experiencia emocional humana que la hace distinta a la del resto de animales: la consciencia o introspección. Ésta es la capacidad no sólo de sentir, sino también de ser conscientes de qué sentimos e incluso de construir significados a partir de esta experiencia. Así, las personas somos capaces de evaluar, por ejemplo, el grado de adecuación de nuestros propios sentimientos a la situación que vivimos en cada momento.

Esta toma de consciencia de nuestra vivencia emocional tiene sin duda numerosas ventajas, ya que nos permite dotar de significado a nuestros sentimientos relacionándolos con nuestras circunstancias y vivencias, posibilitando así la compresión e incluso la modificación de nuestro mundo interior. 

La capacidad introspectiva va también ligada a la posibilidad de evaluar nuestras emociones y sentimientos como positivos o negativos, adecuados o inadecuados, agradables o desagradables... muchas veces en relación a normas sociales no escritas que aprendemos desde muy pequeños. Así, por ejemplo, todos sabemos que dentro de nuestra cultura mostrar euforia en un velatorio resulta inadecuado, de manera que aprendemos desde muy jóvenes a moderar nuestra expresión emocional en función de las circunstancias. Esta modulación no sólo se produce de cara al exterior con el objetivo de incidir en la imagen damos a los demás, sino que también existe un intento de regulación de lo que cada uno sentimos independientemente de que lo expresemos externamente o no.

Estos intentos de regular nuestras emociones chocan frontalmente con la naturaleza misma de los sentimientos como experiencias genuinas, espontáneas y por lo tanto no elegidas voluntariamente. 

Estas características de la experiencia emocional hacen que, a menudo, generemos conflictos internos importantes al intentar dar respuesta a pensamientos del tipo: “no debería sentir esto que siento” o “debería sentir algo que en realidad no siento”. La percepción de esta discrepancia entre lo que realmente es y lo que creemos que debería ser, nos puede generar una importante ansiedad que solemos intentar disminuir entrando en lucha con nuestras propias emociones con la intención de modificarlas y ajustarlas así a nuestras expectativas. Sin embargo, como ya hemos comentado, las emociones no se eligen, simplemente se sienten, de manera que esta resistencia a experimentarlas acaba añadiendo aún más estrés a la situación.

Esta tensión se ve agravada por otra de las características de las emociones que a menudo solemos pasar por alto: 

Podemos sentir varias emociones a la vez, incluso aunque nos parezcan de signo opuesto. De esta manera, por ejemplo, uno puede sentir ilusión y miedo al mismo tiempo, amor e ira hacia alguna otra persona a la vez, o pena y alivio de forma simultánea ante el fallecimiento de un ser querido.

Ante la confusión y desconcierto que a veces sentimos ante estas mezclas emocionales, a menudo se despierta en nosotros un sentimiento de culpa nos lleva a renunciar o negar uno de los sentimientos.

Este intento de “tapar” una de las emociones nos puede ser de cierta utilidad a corto plazo para sentir que controlamos y vemos coherente lo que nos ocurre, pero a la larga nos genera aún más dolor y confusión, ya que las emociones no desaparecen aunque las ignoremos, porque las emociones no manifestadas se acumulan en nuestro cuerpo y forman el cuerpo del dolor, que a la larga se manifiesta en dolor físico y enfermedades.

Es por todas estas razones por las que vale la pena tener siempre presente la diferente influencia voluntaria que podemos ejercer sobre nuestras acciones y nuestras emociones respectivamente: 

Podemos decidir libremente actuar o no de acuerdo con lo que sentimos, pero no podemos decidir qué es lo que sentimos. Tener en cuenta esta distinción nos ayudará a darnos permiso para experimentar nuestras emociones con libertad y dejarlas fluir sin ponerles obstáculos ni oponer resistencia.

Recibir y acoger con serenidad y sin bloqueos lo que sentimos nos permitirá liberar tensiones de forma tranquila y facilitar aquellos procesos necesarios para superar cualquier alteración emocional.

A la vez, el darnos permiso a nosotros mismos para experimentar lo que nos toque nos hará más tolerantes a la hora de comprender los sentimientos de los demás, ayudándonos así a respetar el espacio que todos necesitamos para experimentar libremente nuestros sentimientos.

Así pues, la próxima vez que te sorprendas a ti mismo intentando no derramar más lágrimas o sintiéndote culpable por sentir rabia hacia algo o alguien recuerda: 

Tu puedes decidir actuar o no en consonancia con lo que sientes, pero no puedes elegir lo que sientes, de manera que es sano para ti y para tus relaciones que te concedas espacio para experimentar lo que toque en cada momento. Las emociones tóxicas (como miedo, rabia, tristeza, etc.) que solemos reprimir son un índice de necesidades primordiales no satisfechas, de modo que la próxima vez, pregúntate ¿Qué necesidad o necesidades básicas mías no están cubiertas?

Para que las heridas emocionales provocadas por ejemplo por pérdidas importantes sanen, es necesario transitar por una serie de etapas, algunas de las cuales suelen consistir en la vivencia de sentimientos tan desagradables y profundos como por ejemplo la tristeza, el odio o la rabia.

Experimentar éstos sentimientos cuando surjan es tan necesario como doloroso, ya que constituyen una especie de estaciones en las que hay que detenerse antes de llegar a nuestro destino.

Estar atentos a lo que se nos mueve por dentro y enfrentarnos a ello con una actitud compasiva y de no resistencia, nos ayudará a conocernos a nosotros mismos y nos proporcionará la paz de quien comprende que todos y cada uno de los colores que forman el arcoíris tienen un sentido y merecen ser contemplados.


7 frases importantes para mejorar la relación en la familia

Es en nuestro hogar donde sentamos las bases para salir y enfrentar al mundo. Estar bien en familia elevar nuestra autoestima y la de nuestros hijos.



Te amo
Ningún ser humano puede sentirse realmente feliz hasta que escucha que alguien le diga "Te amo". Atrévete a decirlo a la otra persona, a tu cónyuge, a tus padres, a tus hermanos, a tus hijos, si es que nunca lo has hecho, haz la prueba y verás el resultado.

Te admiro

En la familia, cada miembro tiene alguna cualidad o habilidad que merece reconocimiento. Todos, en algún momento, sentimos la necesidad de que se nos reconozca algún logro o meta alcanzada. ¿Cuándo fue la última vez que le dijiste esto a alguien?

Gracias

Una necesidad básica del ser humano es la de ser apreciado. No hay mejor forma de decir a una persona que es importante lo que hace por nosotros, que expresarle un "gracias", no en forma mecánica sino con pleno calor humano.

Perdóname, me equivoqué

Decir ésto no es tan fácil, sin embargo, cuando cometas un error que ofenda o perjudique a otras personas, aprende a decir con madurez: "perdóname, me equivoqué".

Ayúdame, te necesito

Cuando no podemos o no queremos admitir o expresar nuestra fragilidad o necesidad de otros, estamos en un grave problema. No te reprimas. ¡pide ayuda!, que también son muy importantes las palabras.

Te escucho

¿Cuántas veces le has dicho a algún miembro de tu familia: "háblame, qué te pasa?". Tal vez muchos problemas y mal entendidos se resolverían si tan sólo escucháramos lo que nos tratan de decir.

Eres especial

Es importante hacerles saber a tus seres queridos cuánto significan ellos para ti.
Sin cariño, sin respeto y sin trabajo en el hogar, nada positivo podremos lograr en nuestras familias. Hagamos el esfuerzo, vale la pena, algún día cosecharemos lo que hemos sembrado. Disfrutemos de nuestra familia !

¿Cuánto dinero necesitas para ser feliz?

Cambiemos el pensamiento de escasez por el de equilibrio y liberaremos una buena cantidad de energía que nos traerá la cantidad necesaria de cosas buenas.
Quizás la pregunta correcta sería: ¿Cuánto dinero necesitas para vivir bien?
Porque la felicidad no tiene estrecha relación con el dinero que poseas. Sí, ya sé que como se le atribuye al algún personaje famoso: "más vale ser rico y sano que pobre y enfermo". Pero todos sabemos que entre la riqueza y la pobreza hay muchos matices que poco o nada tienen que ver con el dinero.

El ser humano por educación o mejor dicho mala formación tiende a pensar en términos de escasez. Cuando se despierta sin importar lo que haya dormido, piensa que no fue suficiente y que la calidad del sueño no fue buena. Luego se asusta porque no tiene suficiente tiempo para llegar al trabajo. Una vez en el trabajo piensa que los compañeros no trabajan lo suficiente y que el empleador no les paga lo necesario o lo que merecen. Si forman parte de una comunidad solidaria, los voluntarios no son suficientes o el trabajo es demasiado, las donaciones son pocas.
Observa las conversaciones cotidianas medias y verás que el "no tengo" o "no es suficiente" son las ideas que dominan los temas. Por ello es que el dinero se toma como el vértice de cualquier pirámide vinculada a la escasez. Para que tenga un buen descanso, tiempo suficiente, buenos compañeros, buenos empleadores, buenos voluntarios, mejores donaciones, etc, etc, una parte importante de los seres humanos cree que es imprescindible tener DINERO, lo cual es completamente falso.
Como dice el refrán popular: "Poderoso caballero don dinero".
Los humanos contabilizamos lo que nos falta con el cerebro y lo que tenemos con el corazón, por eso es más fácil hacer un listado de lo que carecemos que de lo que tenemos en abundancia.
En estas épocas de crisis de valores y económicas, no estaría mal que empezáramos por hacer un balance de todo lo que tenemos, bienes materiales y valores inmateriales, para darnos cuenta de que somos mucho más ricos de lo que pensamos.
Cambiemos el pensamiento de escasez por el de equilibrio y liberaremos una buena cantidad de energía que nos traerá la cantidad necesaria de cosas buenas.
Una vez que aprecies la luna por las noches, el atardecer, la sonrisa de los niños, el amor que sientes por tu pareja, la belleza de la naturaleza y te sientas dichoso de poder disfrutar tanta riqueza, el dinero suficiente para tus necesidades vendrá solo. Se trata de cambiar el ángulo de tu apreciación. En lugar de pensar en escasez y convertir tu vida en eso, piensa en abundancia de cosas bellas, percibiendo cuántas están a tu disposición gratis.
Lo más valioso de que dispones se llama vida y esta depende sólo del aire, el agua y la comida, esto es bastante para vivir, para disfrutar del precioso regalo de la vida. ¿Qué es realmente necesario en tu vida para que la puedas vivir plenamente? Se puede vivir con lo estrictamente necesario y ser completamente feliz, por la felicidad es una actitud interior y esta actitud depende de ti y no de cuánto dinero tienes.

sábado, 5 de marzo de 2016

Las once lecciones del Arca de Noé



  1. No pierdas el barco
  2. Recuerda que todos estamos en el mismo barco.
  3. Planea con tiempo. No estaba lloviendo cuando Noé construyó el arca.
  4. Mantente en forma. Cuando tengas 60 años, alguien podría pedirte hacer algo realmente grande.
  5. No hagas caso a las críticas; solo haz el trabajo que debe ser hecho.
  6. Afianza tu futuro en tierra alta.
  7. Por seguridad, viaja en pareja.
  8. La velocidad no siempre es ventajosa. Los caracoles estaban a bordo junto con los chitas.
  9. Cuando te encuentres estresado, flota por un rato.
  10. Recuerda, el arca fue contruída por principiantes, el Titanic por profesionales.
  11. No importa la fuerza de la tormenta, cuando estás con Dios, siempre hay un arcoiris esperandote.
Casi toda la gente entra y sale de tu vida... pero los AMIGOS dejan huella en tu corazón.

martes, 1 de marzo de 2016

Ser un triunfador

Cuando el egoísmo no limite tu capacidad de amar.
Cuando confíes en ti mismo aunque todos duden de ti y dejes de preocuparte por el qué dirán.
Cuando tus acciones sean tan concisas en duración como largas en resultados.
Cuando puedas renunciar a la rutina sin que ella altere el metabolismo de tu vida.
Cuando sepas distinguir la sonrisa de la burla y prefieras la eterna lucha a la falsa victoria.
Cuando actúes por convicción y no por adulación.
Cuando puedas ser pobre sin perder tu riqueza y rico sin perder tu humildad.
Cuando sepas perdonar tan fácilmente como ahora te disculpas.
Cuando puedas caminar junto al pobre sin olvidar que es un hombre y junto al rico sin pensar que es un Dios.
Cuando sepas enfrentar tus errores tan fácil y positivamente como tus aciertos.
Cuando halles satisfacción compartiendo tu riqueza.
Cuando sepas manejar tu libertad para pensar, hablar, leer, escribir y hasta escuchar, sin caer en los excesos.
Cuando sepas obsequiar tu silencio a quien no te pide palabras y tu ausencia a quien no te aprecia.
Cuando ya no debas sufrir para conocer la felicidad y no seas capaz de cambiar tus sentimientos o tus metas por el placer.
Cuando no trates de hallar las respuestas en las cosas que te rodean sino en tu propia persona.
Cuando aceptes los errores y no pierdas la calma... Sólo entonces... podrás considerarte un Triunfador.