En cierta
ocasión, al tomar un tren en el interior de la India, Gandhi tropezó con el
escalón y se le cayó la sandalia del pie derecho.
En ese mismo
instante, el tren se puso en marcha, y no pudo recuperarla.
Delante de
todos los presentes, se quitó la sandalia del pie izquierdo, y la tiró por la
ventana.
“¿Por qué ha
hecho eso?,” le preguntó un oficial inglés.
“Una sandalia sola no sirve para nada, ni a mí ni a quien se
encuentre la que se me ha caído. Ahora, por lo menos esa persona se podrá
quedar con el par”.
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