martes, 27 de julio de 2010

Las capas de las cebollas




Había una vez un huerto lleno de hortalizas, árboles frutales y toda clase de plantas.  Como todos los huertos, tenía mucha frescura y agrado.  Por eso, daba gusto sentarse a la sombra de cualquier árbol a contemplar todo aquel verdor y a escuchar el canto de los pájaros.
Pero de pronto, un día comenzaron a nacer cebollas especiales, cada una tenía un color diferente y especial: después de muchas investigaciones sobre la causa de aquel misterioso resplandor, resultó que cada cebolla tenía dentro una piedra preciosa: un topacio, un aguamarina, una esmeralda, etc.
Pero, por alguna incomprensible razón se empezó a decir que aquello era peligroso, intolerable y vergonzoso, y las bellas cebollas tuvieron que empezar a esconder su piedra preciosa e íntima con capas y más capas; cada vez más oscuras y feas, para disimular cómo eran por dentro.  Así llegaron a convertirse en unas cebollas de lo más vulgar.
Pasó entonces por allí un sabio, al que le gustaba sentarse a la sombra del huerto y que entendía el lenguaje de las cebollas.  Empezó a preguntarles una por una por qué no eran como en realidad eran por dentro.  Ellas le iban respondiendo: porque me obligaron, porque me fueron poniendo capas, para que no me criticaran, para que no me hicieran daño, ...
El sabio, después de escucharlas, se puso a llorar, porque eran tantas las capas que llevaban que algunas cebollas ni siquiera recordaban cómo eran en realidad.
Y cuando la gente vio al sabio llorando, pensó que llorar delante de las cebollas era cosa de sabios.  Por eso, todo el mundo sigue llorando cuando una cebolla abre su corazón.

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